El perderte...

Ella era la ciudad que le pertenecía, las lagrimas que nunca botó, la canción que nunca cantó, la poesía que nunca escribió.  Ella era la luz al final del camino, su bienvenida de regreso a casa, el amor que nunca esperó obtener. Así que cuando Rose Parker fue declarada muerta el 24 de septiembre a las 6:45pm Marcos creyó que no podría soportarlo, él era una de esas personas amables y optimistas con respecto a la vida, se había estado culpando por su muerte por el simple hecho de que la dejo irse antes en ese tonto taxi.

"Quizá debí haber pasado más tiempo con ella" "Debí de haber aprovechado cada minuto" seguía repitiéndose a si mismo, se había parado en el atril sin saber exactamente qué decir, no sabia como empezar y no quería hacerlo. Paso un año para que pudiera pararse del sofá siquiera, se estaba dejando morir y no tenia a nadie que evitase aquella acción. Lo habían echado de su trabajo, tenia una barba realmente parecida a la de Santa y la tristeza que reflejaba su rostro lo hacia parecer de 30 cuando solo tenia 25, vivía con su madre pero ésta apenas podía consigo misma, abandonando lo que más le gustaba después de Rose; su hermosa y brillante Pamela, su piano.

Habían pasado dos años ahora y Marcos intentaba recuperar su vida... o algo así, Peter había vuelto de su viaje y lo encontró hecho un ovillo en el sofá de su madre, tapado con una cobija llena de agujeros hasta la cabeza y lo obligó a ponerse al día, "Amigo, han pasado dos años. ¡Dos años! Por más duro que suene, ella no está, se ha ido y tú necesitas seguir adelante." Lo que, eventualmente, Marcos tenia planeado hacer, cuando viera pasar toda su vida frente a sus ojos. Peter tenia ésta absurda idea de que visitarla le haría sentir mejor, así que en el 3er aniversario de su muerte fueron a visitarla al cementerio, había tantas cosas que Marcos quería decirle, que se odiaba y que la odiaba por abandonarlo y que no le importaba si estaba siendo egoísta él la quería ahí, con él. Pero con Peter a su lado solo dijo:

Ya sabes que soy un firme creyente de que todo pasa por una razón, aunque eso no hace que el perderte duela menos.